En los jardines del Palacio de la Granja hay una ermita y casa dedicada a san Ildefonso que se debe a la iniciativa del rey Enrique IV que la mandó construir el año 1450 en agradecimiento por salir ileso de la acometida de un lobo o jabalí. Los Reyes Católicos en 1477 la donarían, junto a otras casas y tierras de la Diócesis de Segovia, a los Jerónimos del Monasterio del Parral para que pasaran en ella el verano.
En 1719 Felipe V cazaba por estos parajes de los que quedó prendado determinándose a construirse un hermoso lugar para sus vacaciones estivales, y para su sepultura, emulando el Panteón Real de los Austrias en El Escorial. Compró los terrenos y edificios a los monjes del Parral, y a la Comunidad de la Ciudad y Tierra de Segovia. Ésta, y la Junta de Nobles Linajes donaron al rey otros terrenos colindantes.
El 1 de octubre de 1720 se iniciaron las obras del Palacio y de la Colegiata, con la condición de que se realizara un sepulcro para Felipe V en la ante-sacristía a espaldas del altar mayor. Se cambió el nombre de La Granja por el de Real Sitio de San Ildefonso. En un tiempo record se terminó el palacio, que fue bendecido el 27 de julio de 1723. La consagración de la Colegiata tuvo lugar unos meses después, el 22 de diciembre. Desde ese momento Felipe V e Isabel de Farnesio vivieron en este Palacio.
El 6 de julio de 1725 se haría pública en la Real Capilla del Palacio de la Granja la bula Dum infatigabilem de Benedicto XIII, que había sido expedida en Roma el 20 de diciembre de 1724, por la que se creaba una abadía con jurisdicción exenta vere nullius, abarcando el territorio que indicara el Nuncio de Su Santidad, con cabildo colegial.
En la bula aparecen los motivos de la voluntad real para pedir esta gracia: junto a la de llevar a cabo una obra que redundara en la gloria de Dios, y de su alabanza, Felipe V deseaba desagraviar por los efectos perversos de las guerras en las que se había visto implicado. La Real Capilla pasa a ser Iglesia de la Santísima Trinidad, erigida perpetuamente como colegiata secular e insigne, parroquial y real, primer templo de la Abadía. Esta Colegiata tendría cabildo con coro, sillería, mesa capitular, arca, bolsa, sello, fuente bautismal y demás sacramentos.
La Abadía venía a ser como una diócesis dependiente de la Santa Sede. Al frente de la Abadía estaría un Abad como Presidente del cabildo y Ordinario del lugar con verdadera jurisdicción episcopal. Podía ejercer su jurisdicción, y vestir traje episcopal a partir del nombramiento real, antes de que llegara la bula papal. Entre sus prerrogativas estaba el reunir Concilio Diocesano, y abrir concurso a Curato. La Bula papal concedió a Felipe V y a sus sucesores un Patronato realmente singular: total, real, perpetuo, correspondiendo al Monarca el nombramiento y presentación del Abad y de todos los canónigos de la Colegiata. Además del Abad, el Cabildo tendría Canónigo Penitenciario, Magistral, Doctoral y Lectoral, éstos por oposición, otros 8 canónigos de gracia, 6 racioneros, 4 capellanes de coro o acólitos, cuyos capisayos serían los mismos que los de los canónigos y beneficiados de la Basílica de San Pedro de Roma. Para su sustentación se señalaron 8.625 ducados que habrían de cargarse sobre las mitras de Toledo, Zaragoza y Valencia, quedando el Rey y sus sucesores bajo el compromiso de dotar de su propio erario hasta que llegaran las pensiones de las mencionadas sedes episcopales.
El mismo día de la publicación de la bula, el Nuncio, contando con el consentimiento del Obispo de Segovia, señaló el territorio de la Abadía a perpetuidad: San Ildefonso, Valsaín, Revenga, el Lugar de la Aldehuela, Las Navas de Riofrío que más tarde abarcaría el Real Sitio de Riofrío, Palazuelos, Tabanera, Sonsoto y Trescasas, ermita de Ntra. Sra. del Robledo, Santa Cecilia, Caserío de Pellejeros, con todos sus templos y términos correspondientes.
Día triste para la Colegiata fue el 17 de julio de 1746, cuando llegó el cadáver de su Fundador, el Rey Felipe V que había muerto en Madrid el día 9. Unos cuatro meses después, el 12 de noviembre se celebraron solemnes exequias. El Rey había sido sepultado en la antesacristía, al otro lado del altar mayor, siguiendo su testamento y codicilo. Más tarde a las 11 de la noche del 7 de julio de 1758 se trasladaron a la cripta de esta iglesia. Fernando VI hizo un monumento conmemorativo o cenotafio en memoria de los Reyes Fundadores. La Reina Isabel de Farnesio, considerada Fundadora de la Colegiata heredó, por concesión del Rey Fernando VI, el usufructo vitalicio del patrimonio y patronato colegial el 12 de enero de 1747. Tomaría posesión de la Iglesia siendo reconocida como señora del Real Sitio, de sus pertenencias, y patrona de la Real Colegiata. Tan augusta señora entregaría su alma a Dios en el Real Sitio de Aranjuez el 10 de julio de 1766. Ocho días después sería sepultada junto a los restos mortales de su esposo el Rey Felipe V.
La Abadía ya estaba consolidada a partir del reinado de Carlos III. Los usos y costumbres se vivían con toda normalidad. Habría que esperar a los graves acontecimientos de la invasión francesa de comienzos del siglo XIX para que ésta cesara. En 1808 España sufriría la ocupación napoleónica. Los fieles de la Granja y demás poblaciones anexas a la Abadía del Real Sitio de San Ildefonso, erigida hacía 85 años, temieron las consecuencias del dominio francés. Y así ocurriría. Un edicto de supresión fue expedido el 30 de mayo de 1810 en el Palacio Real de Madrid por el que a partir del 15 de junio, la Colegiata quedaría reducida a simple Capilla privada de Palacio, pasando su parroquia a la Iglesia del Cristo o Nuestra Señora del Rosario, y devolviéndose el territorio de la Abadía al Obispado de Segovia. Pero el curso de los acontecimientos propiciaría el que el 24 de junio de 1814 el Cabildo recibiera la Real Orden del restablecimiento de la Colegiata, devolviéndola a su primitivo estado. El día 15 de agosto de 1814 pasaría a la historia de la Colegiata como fecha memorable, la reapertura de la Colegiata, tras los casi cuatro años de supresión. La Abadía seguía siendo una realidad tan singular que necesitaría su defensa desde las más altas instancias. El 22 de septiembre de 1821 el Abad informaría, enviando la bula de fundación, a la Corona para que ésta abogara a su favor, como así lo hizo el 5 de diciembre. El Rey Fernando VII se opondría a su agregación a la Catedral de Segovia en 1828 para no perder el patronato, dotándola con 340.000 reales de su tesorería. El Concordato de 1851 en el art. 21,4º menciona a la del Real Sitio de San Ildefonso entre las colegiatas que se mantienen. Más de dos décadas le quedaron de exención a esta Abadía. No más, puesto que la Santa Sede se vio precisada a suprimir todas las jurisdicciones exentas por los frecuentes conflictos que se suscitaban con la jurisdicción ordinaria. Y así el 23 de enero de 1874 siguiendo las directrices dadas por la Bula Qua Diversas, expedida en Roma por el Papa Pío IX, el 14 de Julio de 1873, se dictaba el correspondiente Auto de Supresión de todas las Abadías quasi episcopales, quedando vinculadas a las diócesis correspondientes. El mantenimiento de la Colegiata supuso un gran y complejo esfuerzo para su Cabildo. En 1888 Patrimonio Nacional no accedió a la petición de ayuda para obras urgentes, remitiendo al Ministerio de Gracia y Justicia, encargado de ayudar a los templos diocesanos. En 1902, ante la amenaza de ruina de la cúpula central Baldomero Cabrera administrador del Real Sitio, y Ripollés, arquitecto mayor, se opusieron a sufragar los gastos argumentando que la Iglesia Colegiata del Real Sitio de San Ildefonso no pertenecía al Real Patronato ni dependía de él. Pero el Cabildo supo sacar fuerzas de flaqueza como se demostró en el incendio del 2 de enero de 1918 que afectó a la Colegiata. El Abad y el Cabildo con suscripción popular y con la ayuda de la sección de obras en templos diocesanos del ministerio de Gracia y Justicia acometieron su restauración. El Cabildo tuvo que trasladarse provisionalmente a la Iglesia del Cristo. Al año se pudo reanudar el culto en la Colegiata, acudiendo el Obispo de Segovia.
Hasta comienzos de los años setenta el Cabildo de la Granja siguió nutriéndose de candidatos por oposición, luego por los sacerdotes destinados a la Granja, hasta que en 1996 se determinó que fueran el Abad-Párroco de este Real Sitio, y los Párrocos de Navas de Riofrío, Trescasas, Palazuelos, Valsaín y Revenga. A ellos les compete la celebración de las funciones religiosas en las fiestas relacionadas con la Granja, y en los funerales de autoridades eclesiásticas o civiles, velar y administrar el patrimonio eclesiástico de la Colegiata y del Cabildo, y la dirección y administración de su archivo.
La Colegiata es un lugar emblemático por su arquitectura, su decoración interior, los objetos de culto que posee, y su archivo lleno de libros y legajos, memoria de su ilustre historia.
Desde la creación de la Abadía en 1725 se ha dado una sucesión prácticamente ininterrumpida de 25 Abades. Hasta 1873, en que se abolieron las abadías exentas, los abades de la Granja tuvieron dignidad episcopal con título arzobispal. Aquí va la lista de ellos, y el año de su toma de posesión, o si no llegó a tener lugar, el de su elección: Domingo Valentín Guerra y Leiva (1725), Antonio Milón López (1742), Manuel Ferrer y Figueredo (1764), Miguel Ferrer y Figueredo (1777), Cayetano Adsor y Parés (1779), Francisco Casto Royo (1784), José Martínez Palomino López de Lerena (1787), Ramón Falcón y Salcedo (1791), Rafael de Múzquiz y Aldunate (1794), Mateo Delgado y Moreno (1801), Félix de Amat de Paláu y Pons (1803), Antonio Fernando de Echanove y Zaldivar (1819), Ramón Montero (1824), Mariano Baguena y Varona (1831), Nicolás Luis de Lezo y Garro (1850), Calixto de Andrés Tomé (1878), Mariano Martínez y Hernández (1892), Santiago Hernández y Hernández (1899 ), Mariano Herrera Sanz (1902), Victor Jesús de la Vega y Bascarán ( 1906), Tomás Herrero y Herrero (1911), Isidoro Montero Velasco (1948), Isidoro Mardomingo Merino (1973), Slawomir Harasimowicz (2015), y Emilio Calvo Callejo (2018).
La permanencia en la actualidad del Cabildo con su Abad, superadas las vicisitudes históricas de la invasión napoleónica, y la supresión de las abadías quasi episcopales, hace posible la existencia de la Colegiata y el cumplimiento de sus fines.
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(*) Archivero Capitular de la Catedral de Segovia