El Real Sitio de San Ildefonso cuenta con una consolidad y reconocida tradición industrial vidriera de casi tres siglos, iniciada con los talleres artesanales que sirvieron para fabricar los vidrios empleados en la construcción del Palacio Real y culminada con la instalación de la Real Fábrica de Cristales de La Granja en el siglo XVIII; edificio que actualmente alberga el Museo del Vidrio. La huella que la industria del vidrio ha dejado en el municipio se materializa no sólo en los edificios que todavía se conservan, sino también en aquellos que han desaparecido y en otros elementos urbanos ligados a su historia.
Los maestros vidrieros alemanes que llegaron a La Granja a mediados del siglo XVIII eran tan devotos de este mártir que fundaron la Real Congregación de San Juan Nepomuceno en 1766. Ellos mismos mandaron hacer una imagen del santo que colocaron, para su culto, en una barraca de pobre construcción que les había regalado la reina madre Isabel de Farnesio.
Este edificio, situado posiblemente en el mismo lugar que la capilla actual, no ofrecía las condiciones requeridas por sus cofrades, cuyo número crecía por la incorporación de nuevos miembros, entre los que se encontraba el rey, Carlos III, y su familia. Esta es la causa por la que comenzó a levantarse un edificio nuevo en 1778, fecha en que también, según cuenta Santos Martín Sedeño, el Cabildo de Praga les regaló una reliquia del mismo santo.
Tampoco ésta era una construcción muy sólida, pues en el año 1793 se encontraba en ruinas e incluso había sido preciso sacar la imagen de esta capilla, según nos cuenta otro ilustre miembro de la cofradía, el Duque de Alba.
La capilla tiene planta rectangular y una sola nave; la capilla mayor se encontraba en el eje longitudinal y la decoraba un retablo. Al exterior el único elemento que le delata como religioso es la espadaña, pues el resto, incluida la sencilla puerta lateral, es extremadamente sobrio y sencillo; el único adorno son los revocos que imitan motivos arquitectónicos. Actualmente es un edificio privado y se utiliza como Galería de Arte.
En este solar estuvo ubicada la antigua Fábrica de Cristales Planos o de Españoles, establecida en 1727 y dirigida por el maestro Ventura Sit. En ella se fabricaban vidrios para ventanas y espejos. La planta definitiva, consecuencia de sucesivas ampliaciones a cargo de los maestros de obras Manuel del Valle y José de la Calle, era de forma rectangular, con la fachada principal orientada al sur, hacia la actual Calle de la Calandria, donde estaban ubicados los hornos y templadores. Dicha forma y orientación se repetirá en todas las fábricas de vidrio de La Granja.
Las cubiertas de los hornos eran de madera, muy vulnerables al fuego. Por esta causa la fábrica sufrió dos incendio, uno en 1753 y el otro en 1770. Después de este último se decidió trasladarla al exterior.
En 1780 se instala la Fábrica de Lienzos. Juan Sardinero realizó las reformas necesarias y las máquinas de batán y calandria, para hilar y prensar respectivamente.
El nombre de la calandria originó la denominación del edificio, y de la plaza y calle adyacentes.
Esta fábrica se suprimió en 1795, y después de varios intentos para ponerla en funcionamiento, finalmente se cedió a las Religiosas Franciscanas de Ntra. Sra. Del Triunfo para establecer un convento, del cual se conserva la iglesia. A principios de siglo XXX se vendió a unos particulares que convirtieron el edificio en la Hospedería de la Calandria.
En este solar, situado detrás de la Iglesia de los Dolores, – frente a la antigua Fábrica de Cristales Planos-, se ubicaba la Casa del Pulimento, edificio que albergó la primera máquina hidráulica del pulimento, inventada por el maestro vidriero Ventura Sit y el maestro albañil Pedro Frontvilla en 1743. Esta máquina alimentada por las aguas procedentes de los Jardines de Palacio, podía accionar un total de dieciséis pulidores para desbastar las lunas destinadas a la fabricación de espejos.
En el año 1747 fue ampliada por ambos lados y se levanta un edificio de planta rectangular muy alargada y tres alturas: un bajo destinado al raspamento, otro principal para el pulimento y buhardillas para viviendas.
En los primeros años de la década de 1760 el pulimento se traslada al exterior del recinto urbano, junto al Arroyo Cambrones. Por ello, en una parte de este edificio se establece en 1767 la Fábrica de Acero y Limas, dirigida por el ingeniero irlandés Juan Dowling. Fue extinguida en 1795, y durante el siglo XIX se construyeron viviendas.
En este local se localizaba la Fábrica de Cristales Labrados o de Franceses, y las dos de Entrefinos o de Alemanes. En todas ellas se elaboraban cristalerías, objetos de adorno, óptica, y farmacia, siguiendo la técnica del vidrio soplado con caña.
En 1746 llega el maestro Dioniso Sibert con un grupo de vidrieros franceses. Comprobada su destreza, dos años después se realiza un proyecto con el fin de levantar una nueva Fábrica de Cristales Labrados en este lugar. Al poco tiempo se incorporan los maestros alemanes. El edificio contaba con varios patios en su interior para secar y almacenar la leña, así como viviendas para alojar a los artífices. Los hornos se ubican en la crujía meridional, como en todas las fábricas de La Granja. Sobre la puerta de entrada había un escudo con las armas de los Borbones. El uso y los incendios originaron un deterioro progresivo del edificio, quedando en ruinas a mediados del siglo XIX. Poco después, el terreno que ocupaba la fábrica se vendió a particulares para construir viviendas. Este es el caso de D. Manuel Matéu Arias Dávila, quien construyó una casa noble, que aún se conserva, con un jardín en su interior.
Una de las razones fundamentales para el establecimiento de las Reales Fábricas de Cristales en La Granja fue la abundancia de bosques de coníferas en las proximidades, combustible imprescindible para alimentar los hornos.
En todas las fábricas de cristales era obligado reservar un gran espacio para cortar, orear y almacenar la leña. Estas superficies eran grandes patios con galerías cubiertas. Ahora bien, el edificio que tratamos es el único construido exclusivamente para este uso fuera del recinto de las fábricas. Suponemos que se levantó al mismo tiempo que la Fábrica de Labrados, situada al otro lado de la Calle de Postas. Se conserva un plano realizado por José Díaz Gamones en 1769, donde aparece un edificio de planta rectangular con un amplio cobertizo hacia el este, un gran patio, otro cobertizo muy alargado y dividido en tres naves y un estrecho corredor.
Este último era, antes de 1770, una callejuela situada entre la cerca del Real Sitio y los cobertizos, pero en ese año se incorpora al edificio para construir unas caballerizas. Para llevar a cabo estas reformas fue necesario rebajar la altura de esta cerca, hacer una cornisa de ladrillo y abrir ventanas al campo. Transformaciones que son visibles en la actualidad desde el exterior.
Para incrementar la vigilancia y evitar el acarreo de leña por la calle de postas, intransitable durante el invierno, el Conde de Montarco decidió construir por encima de esta calle, un pasadizo elevado desde la Fábrica de Labrados a los cobertizos de la leña. Los planos de este pasadizo fueron realizados por el aparejador Francisco de Pablos en el año 1802.
La población de La Granja de San Ildefonso se halla delimitada por una cerca o muro de mampostería, de unos tres metros de altura aproximadamente. En ella se abrieron varias puertas, recibiendo cada una de ellas un tratamiento diferente según su ubicación y su uso.
La Puerta del Horno se construyó en 1757 para facilitar el acarreo de materiales a la Fábrica de Labrados. El único testimonio gráfico con el que contamos para conocer su aspecto es el que aparece en un grabado realizado por Pedro Pérez en la primera mitad del siglo XIX. Por su carácter funcional era una obra sencilla y austera, con un único hueco adintelado y rematado por pirámides con bolas.
Las puertas principales del Sitio tienen como fondo escenográfico la fachada de una iglesia, recurso éste muy utilizado en el urbanismo barroco. La puerta del Horno, desde la cual arranca la calle del mismo nombre, tiene al fondo un edificio religioso, pero le falta ese carácter escenográfico, pues lo que vemos es la cabecera de la iglesia del Rosario, más parecida a un edificio civil que religioso, y la torre de la misma.
Junto a la puerta del Horno estuvo situado durante algún tiempo “el Fielato” que era una caseta donde se controlaban los productos a la entrada de las poblaciones.
Este edificio es uno de los más importantes de la arquitectura industrial de la época de la Ilustración. Después del incendio acaecido en la Fábrica de Planos situada en el interior de la población en 1770, Carlos III dispuso que la nueva fábrica se levantara junto a la Fuente del Príncipe. El aparejador José Díaz Gamones fue el encargado de realizar el proyecto para un edificio en el que debían conjugarse utilidad y belleza. La planta ocupa una superficie sensiblemente rectangular, localizándose, de nuevo, los hornos y templadores en la crujía del mediodía.
En 1785 el arquitecto Juan de Villanueva firma un proyecto para ampliar el edificio hacia el norte, con el fin de reunir en el interior de éste recinto todas las fábricas de cristales del Real Sitio, aunque se quedó sin terminar.
A mediados del siglo XIX el edifico se arrienda a particulares. En los primeros años del XX la Cooperativa obrera La Esperanza inicia una nueva línea de producción. En 1972 el edificio se abandona, y diez años más tarde se construye en él La Fundación Centro Nacional del Vidrio con el fin de restaurar y albergar un Museo, Escuela y Centro de Producción.
La Fuente del Príncipe fue un elemento emblemático para La Granja desde épocas muy tempranas. Aparece ya uno de los planos más antiguos de este lugar, concretamente en un proyecto para la salida de San Ildefonso realizado por Fernando Mández de Rao, en 1734. En otros planos del siglo XVIII dicha fuente se dibuja en el centro de una placita rodeada de árboles.
Santos Martín Sedeño, Abad de la Colegiata y Cronista del Real Sitio, a finales de ese siglo, relata que tenía una gran espadaña en el centro, donde figuraba una inscripción que rezaba: “FERDINANDI PRINCIPIS FONS, AQUARIUM PRINCEPS” (Fuente del Príncipe Fernando, Príncipe de las Aguas), lo cual nos indica que fue realizada cuando Fernando VI era príncipe.
Martín Sedeño comenta también que, aunque su estado era bastante lamentable, tenía un pretil de mampostería y dos ramales de escalera de piedra. Sus aguas eran muy frescas en verano y templadas en invierno; en ese momento se realizó un análisis de las mismas y resultó ser delgada y aperitiva, con residuos alcalinos.
Esta Fuente del Príncipe será también el elemento de referencia esencial cuando se decidió construir una nueva fábrica de Cristales Planos en el exterior del recinto, por lo que se cita varias veces en la documentación original.
En el interior de este edificio se encontraba la máquina del pulimento, una revolucionaria máquina hidráulica diseñada en 1761 por el ingeniero irlandés Juan Dowling. Esta máquina era capaz de accionar hasta un máximo de 100 pulidores a un mismo tiempo y devastar las lunas de vidrio con el consiguiente ahorro en los costes de producción. Se construyó con los restos de la antigua máquina de pulimento ubicada detrás de la iglesia de los Dolores. Resultó tan ventajosa que Juan Dowling fue nombrado Ingeniero Hidráulico de las Fábricas del Reino. Prueba de su importancia es que aparece dibujada en la Enciclopedia de Diderot y D’Alambert, como máquina modélica para el pulimento.
El edificio es una sobria construcción de planta ligeramente rectangular, y los muros de mampostería, cuyo único elemento destacable era la moldurada cornisa. Dicho edificio y la presa de la máquina fueron realizados por el maestro de obras Antonio Niño, bajo la supervisión del aparejador Miguel Núñez. Aún se conservan restos de los apoyos de las máquinas en su interior, sí como la presa ubicada en lo alto de la ladera. En el proceso de la fabricación del cristal se raspaban y pulían sólo las lunas que ibas destinadas a la fabricación de espejos. En estas máquinas hidráulicas se devastaban las lunas de menos tamaño, mientras que las de gran tamaño de devastaban manualmente dado el alto riesgo de roturas.